ISRAEL.- Las ruinas de un edificio que coincide con la descripción bíblica del palacio del rey David en la antigua Jerusalén, replantean si la Biblia sirve o no de guía arqueológica, una pregunta que sigue sin respuesta.
El hallazgo se remonta a 2005 pero su descubridora, la arqueóloga israelí Elilat Mazar, acaba de publicar tras cuatro años de trabajos un segundo informe preliminar en el que insiste en que son los restos de la residencia del rey David.
La construcción era de grandes proporciones y se alzaba al sureste de las actuales murallas otomanas del siglo XVI, en la zona arqueológica conocida como Ciudad del Rey David por suponerse el emplazamiento en que el monarca estableció su capital.
Las excavaciones han sacado a la luz las bases de los masivos muros de piedra del recinto, que habría alcanzado siete u ocho metros de altura y contaría con diversas estancias aunque todavía no se ha podido delimitar con exactitud su extensión.
Mazar fundamenta su tesis en tres indicios; la situación del edificio, fuera del asentamiento jebusita que habría conquistado el rey David, su antigüedad, del siglo X a.C., y sus arquitectos, que por el estilo serían fenicios.
Esas son las principales pistas que ofrece la Biblia sobre la morada de quien pasa por haber derrotado al gigante Goliat para convertirse en el rey más ilustre y poderoso del antiguo reino de Israel, además de buen músico y poeta.
“¿Con esas coordenadas, que otra cosa puede ser sino el Palacio del rey David?”, es la pregunta que Mazar emplea como respuesta en una entrevista con Efe en la que defiende que la Biblia puede utilizarse para pesquisas arqueológicas sobre el terreno.
La experta, que continúa una tradición familiar -es nieta del pionero de la arqueología israelí, Benjamín Mazar-, argumentó que “la topografía y geografía de la región, sus montañas, ríos y valles conservan en sus nombres el eco de la Biblia”.
“Queda por encontrar los rastros de las personas que vivieron en este escenario en esa época”, asegura.
Eilat Mazar admitió, no obstante, que carece de explicación para la circunstancia de que no se hayan hallado pruebas materiales y directas de la existencia del rey David, ni del resto de personajes que desfilan por la narración bíblica.
“Sabemos de la existencia de los gobernantes de Mesopotamia y Egipto por inscripciones en piedra y tablillas. Y eso no ocurre aquí. No sabemos el motivo”, reconoce la arqueóloga, que ejerce en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
El presunto hallazgo del palacio del rey David no concita el consenso en la comunidad científica local, donde arqueólogos como Israel Finkenstein apuntan que el edificio descubierto por Mazar dataría de un siglo después de que viviera el soberano.
“Hay diferentes restos que muestran que no se trata, además, de una sola construcción, sino de varias”, afirma.
Profesor de la Universidad de Tel Aviv, Finkenstein considera “un error ir con la Biblia en una mano y una pala en la otra porque la el relato bíblico empezó a escribirse en el siglo VII (AC) y no se acabó de compilar hasta el siglo II (AC)”.
“Esto es, no se tuvo una versión completa de la Biblia hasta varios siglos después de lo que narra”, dice.
La polémica enfrenta a dos tendencias en la arqueología israelí: la “maximalista” de Mazar, que rastrea el suelo dando por valido el relato bíblico, y la “minimalista” de Finkenstein, que se remite exclusivamente a lo aparecido en los yacimientos.
En ese contexto enmarca el debate Adolfo Roitman, cuidador en el Museo de Israel de los llamados Rollos del Mar Muerto, que se remontan a hace 2.200 años y suponen los restos más antiguos que se han localizado de un ejemplar de la Biblia. EFE. AcontecerCristiano.Net
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